Ésta sala basa sus posibilidades en generar autonomía e interacción, a la vez que incorporan tareas compartidas. Se inician una serie de cambios en la organización del pensamiento.
Con la aparición de la inteligencia representativa la actividad ya no está limitada a su experiencia sensorial inmediata sino que amplía, ya que objetos y acontecimientos pueden reproducirse mentalmente.
Podrá empezar a comprender las experiencias que viven mucho más allá de lo momentáneo y cotidiano. Podrá construir causas ante sus efectos, recordad hechos de días anteriores y comienza a anticipar lo que vendrá.
El dominio del cuerpo le permite mayor habilidad en los grandes movimientos y desplazamientos y mayor grado de precisión óculo manual: ensartar, enroscar, construir, enhebrar, meter y sacar, etc.
Aparece el garabato desordenado intentando superar el ejercicio motor y los movimientos coordinados con los límites espaciales. Su capacidad expresiva le permite hacerse entender.
Las palabras se convierten en instrumentos que pueden designar no sólo cosas y personas, sino también conceptos, ideas y relaciones. Se incrementa la complejidad del juego y se combinan más juguetes y elementos.
Se practica el juego de movimiento, dramatización y construcción. A través de este incipiente juego simbólico puede exteriorizar sus afectos, evidenciar sus identificaciones y escenificar sus conflictos.
El niño comienza a incorporar normas. La percepción y comprensión de los límites servirán como medio para afianzar los vínculos, sentirse contenidos, respetados y seguros.